Passivhaus y madera, el ‘combo perfecto’ para la construcción sostenible

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A finales de los 80 el ingeniero sueco Bo Adamson y el físico alemán Wolfgang Feist se propusieron construir un edificio de muy baja demanda energética mediante estrategias pasivas basadas en las ganancias solares, el superaislamiento y la hermeticidad, sin medios mecánicos activos. El resultado fue el primer edificio Passivhaus construido en la localidad alemana de Darmstadt, que incorporaba ventanas de triple acristalamiento, espaciadores térmicos y soluciones de hermeticidad y ventilación mecánica con recuperación de calor. Todo un hito en materia de construcción sostenible.

Más de 30 años después esta corriente arquitectónica continúa ganando adeptos y construcciones por todo el mundo. De hecho, sus impulsores trabajan para extenderla a otras latitudes con climas diferentes, así como para proyectar edificios de mayor envergadura y usos distintos. Así lo explica Iñaki del Prim, arquitecto, profesor del Máster en Estructuras, Construcción y Diseño en Madera de la UPV-EHU, y uno de los exponentes de la arquitectura Passivhaus de nuestro entorno, que complementa su apuesta por este movimiento constructivo con la utilización de la madera en sus proyectos. 

La certificación Passivhaus exige el uso de carpinterías de altas prestaciones y hermeticidad extrema, gracias a las cuales se obtienen edificios de muy baja demanda energética pero con unas altas prestaciones de la envolvente. Entre esas prestaciones se encuentran el superaislamiento y la minimización de puentes térmicos, y se consigue una ventilación mecánica que facilita la recuperación de calor de alta eficiencia y el máximo aprovechamiento de la energía solar. 

Para obtener esta certificación, un edificio debe tener demandas energéticas muy bajas y atmósferas interiores estables en cuanto a temperatura y humedad relativa. Este hecho convierte a la madera en un complemento perfecto para este tipo de construcciones. Tal y como explica Del Prim, la utilización de este material constituye también una “responsabilidad ética” para los profesionales de la arquitectura a la hora de conseguir los máximos estándares de eficiencia energética combinándolos con una construcción ecológica. 

La madera como material de construcción ecopasivo

A pesar de que estos estándares únicamente hacen hincapié en el uso y consumo de energía durante la vida y el funcionamiento del edificio, y resulta secundario “cómo lo consigues, o cuánta energía consumes en la construcción o fabricación del edificio y en su impacto ambiental”, la madera utilizada tanto en la estructura como en los cerramientos permite llevar la exigencia de baja demanda energética al conjunto del proceso constructivo, y no solo al uso del edificio.

La madera es el único material estructural que se puede cultivar, además de ser un sumidero de carbono. Ofrece valores diferenciales como la circularidad y la procedencia local o KM 0, pero también es un material que permite llevar a cabo construcciones sanas, amables y rápidas; es ligero y sostenible y, sobre todo, ofrece unas propiedades hápticas ideales para conformar atmósferas interiores saludables y confortables para el usuario. “A nuestro entender, Passivhaus + Madera es el combo perfecto a la hora de encarar un proyecto de bajo consumo energético, confortable y saludable para el usuario”, asegura.

Estas ventajas son las que han llevado a Iñaki del Prim a utilizar soluciones de madera laminada y CLT en diversos equipamientos como, entre otros, el Albergue de Zegama (Gipuzkoa) y el Centro Sociocultural de Olloki (Navarra).

En la actualidad, tal y como explica Del Prim, el estándar Passivhaus busca implementarse en edificios de mayor tamaño y diferentes usos con sistemas constructivos distintos, pero también incorporar “cada vez con más fuerza las energías renovables”, y sistemas de “generación de energía”. A pesar de que estos elementos están más próximos al concepto de “arquitectura positiva”, Del Prim afirma que no restan valor alguno a la importancia que encarna la arquitectura Passivhaus. Al contrario, le aportan aún más valor “porque, más allá de la certificación en sí, se trata de que el parque inmobiliario mejore su calidad” y esté por encima de la normativa de mínimos que impone el Código Técnico de la Edificación (CTE). “Creo que ese será probablemente el legado más importante de la certificación Passivhaus en nuestro país: el cambio de paradigma en la manera de construir, y la mejora de la calidad constructiva”, asegura.

Iñaki del Prim se muestra convencido de que el principal beneficio de la certificación Passivhaus, hoy en día, es que “garantiza una baja demanda energética basada en el rigor de los cálculos del Passivhaus Planning Package (PHPP)”, la herramienta de diseño creada en los años 90 para optimizar las estrategias pasivas de un edificio. Sin embargo, se muestra más cauto a la hora de valorar otras cualidades “que habitualmente se han vinculado al estándar” pero que variarán en función de “cómo esté resuelto el edificio, tanto desde el planteamiento energético como desde la propia arquitectura”.

Por eso su reflexión final es clara: “El potencial es grande y el camino es el correcto, pero el tiempo y las diferentes experiencias de los usuarios y promotores dirán si el estándar se queda, y si tiene sentido certificar todo tipo de edificios a cualquier precio.